Blogia
LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 14 DEL TIEMPO ORDINARIO (8.VII. 2012)- Ciclo B

EL NAZARET DE HOY SE LLAMA EUROPA

“Nadie es profeta en su tierra”

__________________________________________________

Giremos la moviola dos mil años y situémonos en Nazaret, aquel racimo de casas en un montículo de Galilea. Jesús ha vivido aquí treinta años. No fue a Jerusalén para estudiar en la escuela de los grandes rabinos, sino que se ha dedicado a reparar casas y aperos de labranza. Ha vivido como uno más de su paisanos. Hoy ha vuelto a su pueblo, al cabo de un cierto tiempo de ausencia, aureolado con fama de gran  predicador y gran taumaturgo. Como es su costumbre, ha ido a la sinagoga, ha leído un pasaje del Antiguo Testamento y luego lo ha comentado. Todos se han quedado boquiabiertos. Tanto, que han terminado preguntándose: ¿Dónde ha aprendido todo esto? Pero en vez de seguir preguntándose, prefieren descalificarle: “No te engañes, eres uno de los nuestros, te conocemos bien. Tu madre se llama María y eres primo de Santiago, José, Judas y Simón”. El rechazo de sus paisanos ata las manos a Jesús y le impide hacer milagros. El evangelista, fiel a los hechos, ha tenido que escribir: “No pudo hacer allí ningún milagro. Y se extrañó de su falta de fe”. Si hubieran tenido la fe del leproso, de la hemorroisa, de Jairo, del ciego de Jericó o del Centurión, habrían sido testigos de los mismos milagros. En cambio, han pasado a la historia por esta triste sentencia: “No desprecian a un  profeta, más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. O, lo que es igual:  “Nadie es profeta en su tierra”. España y Europa están reaccionando ahora con Jesús de la misma manera que aquellos nazarenos. El Cristianismo nació en Asía, pero Europa fue la tierra donde arraigó tanto y con tanta fuerza, que vino a ser el pueblo de Jesús. Al cabo de los siglos, se ha cansado de él y, de una u otra forma, le apostrofa: “Te conocemos demasiado bien, eres uno más de los fundadores de religión, no te necesitamos”. No obstante, como el sol no deja de existir porque cerremos los ojos, Jesús tampoco deja de ser el Salvador y Redentor del mundo. Por eso, la salvación de Europa está en acoger el grito angustioso de Juan Pablo II en Santiago de Compostela: “Vuelve a tus raíces, vuelve a lo que te hizo grande, vuelve a Jesucristo”.                        

0 comentarios