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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 17 del Tiempo Ordinario (29. VII. 2012) - Ciclo B

DADLES VOSOTROS DE COMER

¿Qué es esto para tanta gente?

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El evangelio de este domingo es el de «la multiplicación de los panes y los peces». Jesús está rodeado de una inmensa muchedumbre: «unos cinco mil hombres», más otras tantas mujeres y no pocos niños y jóvenes. «Despídeles», le dicen sus apóstoles, porque estamos en descampado y atardece. Pero él les replica: «No, dadles vosotros de comer» Es el mimo imperativo que hoy nos dirige a cuantos vivimos en esta tierra y, más en general, en España. Porque ahora hay mucha gente que tiene hambre de pan y no tiene trabajo o cobra una pensión miserable. A los cristianos –y a la gente de buena voluntad- Jesús nos dice: «Yo no quiero que muchos pasen hambre mientras otros muchos no carecen de nada. Quiero que les deis de comer». No nos pide que hagamos milagros. Mejor dicho, nos pide que hagamos el milagro de compartir lo que tenemos. Todavía recuerdo el impacto que sufrí en una parroquia de Lima, el domingo siguiente al terremoto de Arequipa. Era gente sencilla y pobre, pero, cuando fue a misa, no se olvidó de llevar algo de lo poco que tenía: un kilo de arroz, una bolsita de patatas, una barra de pan. ¿Qué pasaría en el mundo si todos los que vamos a misa cada domingo obedeciéramos el mandato del Señor: «dadles vosotros de comer»? Ahora bien, el Señor no se contenta con que repartamos el pan material. Sabe mejor que nosotros que hay muchos ricos que son paupérrimos: han destrozado su matrimonio,  están desesperados, viven sin más horizonte que el placer, Dios no existe para ellos. Como me decía un amigo, refiriéndose a una persona con mucho dinero pero sin gente que le quiera:  «tiene la desgracia de tener sólo dinero» Todos conocemos personas de este tipo: entre los jóvenes, entre los mayores, incluso entre la gente de tercera edad. Estos son «los nuevos pobres» de la sociedad materialista. A ellos hay que llevarles el pan de la Palabra de Dios. Porque el hombre no vive sólo de pan material: trabajo fijo, buena pensión de jubilación, viajes y placeres. ¡Todos necesitamos a Dios para llevar una vida que merezca ese nombre!.

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