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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 23 del Tiempo Ordinario (9.IX.2012) - Ciclo B

TODO LO HA HECHO BIEN

“No se lo digáis a nadie”

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El escenario del evangelio de este domingo está situado más allá de Galilea y sus habitantes no son judíos de religión sino paganos. Se trata de la Decápolis o región de las diez ciudades. Jesús no es el Mesías nacionalista que muchos esperaban, sino un Mesías universalista, que ha venido a salvar a todos los hombres, sea cual sea su etnia, religión y situación. No sabemos si es porque ya había estado en esta región otras veces o porque la fama de sus milagros había llegado hasta allí, lo cierto es que, cuando la gente del lugar se enteró de que estaba entre ellos, les faltó tiempo para llevarle un sordomudo y pedirle que le curara. Jesús no se hizo de rogar. Le separó un poco, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con su saliva y quedó curado. Jesús no hace acepción de personas ni hace ascos de los que están en las cunetas de la vida. Al contrario, se acerca a todos lleno de compasión y no duda en hacer milagros a quien le necesite. Dos grandes lecciones para nosotros, que tendemos a dividir a los hombres en “los nuestros” y “los otros” y tratarles con distinto baremo. La Iglesia ha alargado el sentido del milagro del sordomudo, al situarlo en un contexto bautismal. Cuando nos han llevado a bautizar, el sacerdote ha pedido a Dios que nos abra los oídos para que escuchemos su Palabra y haga expedita nuestra lengua para que la proclamemos a los que encontremos en nuestro rodar por la vida. La Palabra de Dios es la gran luz que ilumina todos los sucesos y personas con los que se teje nuestra andadura terrena. Quien no la conoce, va a ciegas y con riesgo de extraviarse o equivocarse a cada paso. Por eso, el Vaticano II quiso abrir sus tesoros de par en par a los fieles que participan en los sagrados misterios, especialmente en la misa de cada domingo. También fue deseo expreso del Vaticano II que los fieles sean apóstoles en sus respectivos ambientes. Algo vamos consiguiendo, pero la meta está aún muy lejana tanto en el amor a la Palabra de Dios como en la vibración apostólica. ¡Bienvenido sea, por tanto, el ya inminente Año de la fe para que impulsemos el conocimiento y vivencia del Vaticano II!   .

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