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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 24 del Tiempo Ordinario (16.9.2012) - Ciclo B

LA GRAN PREGUNTA

“Tú eres el Cristo”

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El evangelio de este domingo plantea lo que, en términos actuales, es una encuesta de opinión. Jesús quiere saber qué piensa la gente sobre Él y se lo pregunta a los discípulos. Éstos le dan la respuesta que han ido recogiendo al compás de su acompañamiento  apostólico: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, uno de los profetas”. Una opinión muy favorable, ciertamente, pero insuficiente. Luego la pregunta sube de tono y se hace trascendental: “¿Vosotros, quién decís que soy YO? Es la gran pregunta que Jesús puede hacer a un discípulo y la más importante pregunta que un discípulo debe formularse. De ella depende todo lo demás. Si la respuesta es que Jesús es un gran hombre, un liberador, un líder de un gran programa de justicia para la humanidad, el que quiera unirse a Él como discípulo, se quedará en un plano sustancialmente igual que el seguidor de Buda, Zoroastro o Séneca. Si, en cambio, responde como Pedro: “Tú eres el Mesías, tú eres el Salvador definitivo del pueblo enviado de Dios”, se ubicará en un plano radicalmente distinto al de los demás fundadores de religión. La línea roja es la divinidad de Jesús. Si es un hombre, por grande que sea, no me juego gran cosa si le sigo o le rechazo. En cambio, si la respuesta es que es Dios, que es mi Salvador, entonces me juego la vida de acá y la del más allá según, según le siga o le rechace. Estamos, pues, ante una pregunta que no admite rebajas o que otro pueda contestar por mí. La respuesta es personal y decisiva. Muchos que se llaman cristianos, discípulos de Jesús, son cristianos de pacotilla porque no saben a quién siguen. A muchísimos se los está llevando por delante la corriente de la adversa opinión pública actual. Sólo quien sabe que sigue a su Salvador, al enviado de Dios, al Señor de la historia y de su vida, podrá ser fiel y resistir la tentación de apostasía. Porque entonces no dudará en jugarse la vida y, si es preciso, perderla ahora, para recuperarla de nuevo y conservarla por toda  la eternidad. 

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