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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 26 del Tiempo Ordinario (29.IX. 2013) - Ciclo C

PARÁBOLA MUY ACTUAL

“Murió el rico y fue llevado al infierno”

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La parábola de este domingo es la del rico Epulón y el pobre Lázaro. Epulón  se vestía de lino y púrpura y banqueteaba espléndidamente cada día. Lázaro era un mendigo cubierto de llagas y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. A la postre murieron los dos. Pero la suerte fue completamente diversa: Epulón fue llevado al infierno y Lázaro al Cielo. La parábola se hace dramática, porque tiene una rabiosa actualidad a nivel internacional, nacional y de clases. Epulón representa los llamados países ricos; Lázaro, los países en vías de desarrollo o del tercer mundo. La televisión nos lo permite comprobar a diario. Pero podemos verlo con nuestros propios ojos. ¡Cuántos futbolistas, cantantes, estrellas de la televisión, grandes directivos, etc. cobran millones de euros mientras un padre de familia numerosa no pasa de mil euros mensuales o no llega a ellos, si está en paro! ¡Cuánta gente cambia de vestido a diario, incluso por la mañana y por la tarde, y tiene trajes de diario, de fiesta y de noche y no da una limosna a un pobre miserable! ¡Cuántos coches, televisiones, móviles hay en algunas casas, frente a las cuales vive gente como Lázaro! ¡Cuántos comen, visten, gastan y se divierten a placer, mientras otros no tienen donde caerse muertos! No hace falta ser muy finos para darse cuenta de que el final no puede ser el mismo. Y no lo es. La parábola de hoy lo dice con toda claridad: el rico fue llevado al infierno y el pobre fue llevado al cielo. El que dicta la sentencia es Jesús, que no es un hombre de parte. Jesús, en efecto, no ha muerto sólo por los pobres ni sólo por los ricos, ni quiere que se salven los pobres y que se condenen los ricos. No. Él ha dado su sangre por los unos y por los otros y quiere que vayan al cielo los unos y los otros. Pero -¡una vez más!- llama la atención: ¡Ojo, las riquezas son peligrosas, mucho más peligrosas que la pobreza y la enfermedad!. ¿No recordamos la bienaventuranza del evangelio de san Mateo: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” y la malaventura recogida en el de san Lucas: “¡Ay de los ricos!”?   

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