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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 31 del Tiempo Ordinario (3.XI.2013)- Ciclo C

JESÚS NUNCA PASA DE LARGO

“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”

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Estamos en Jericó, ciudad rica y comercial y lugar de paso obligado hacia Jerusalén. Aquí vive un hombre que es muy rico, porque, además de ser cobrador de los impuestos que Roma le ha vendido y explotar a la gente, es “jefe de los recaudadores” de esos impuestos. Aunque tiene mucho dinero, la gente le desprecia. Más aún, se ríe de él, porque es llamativamente bajo de estatura. No es mala persona, al contrario, tiene buen corazón. Ha oído hablar de Jesús de Nazaret: de sus milagros, de sus parábolas, de cómo trata a la gente, y le ha picado la curiosidad. Hoy va a tener la oportunidad de satisfacerla, porque Jesús está en Jericó camino de Jerusalén. Tendrá que pagar el precio del ridículo, porque, como es tan pequeño de estatura, o se encarama a un árbol –con el consiguiente ridículo que esto supone para hombre y encima “jefe de publicanos”- o se queda sin verle. Sin pensárselo dos veces, opta por subirse a un árbol del camino por dónde pasará Jesús. Y Jesús pasa. Pero no de largo. ¡¡Jesús nunca pasa de largo ante quien le necesita!! Y  Zaqueo necesita que le saque de su situación moral. Jesús se detiene, le mira y le dice: “Zaqueo, invítame a comer a tu casa”. Zaqueo –ya hemos dicho que tenía buen corazón-, baja deprisa y le invita lleno de alegría y prepara un banquete al que asisten los publicanos que despenden de él. La gente se lleva las manos a la cabeza y murmura escandalizada: “¡Ha entrado a comer en casa de un pecador!”. Efectivamente, ha entrado en casa de un pecador, porque ha venido a buscar a los pecadores, no para condenarles sino para salvarles. Zaqueo es alcanzado por la gracia de Jesús y dice en alta voz, ante el asombro de sus correligionarios: “Señor, la mitad de mis bienes los repartiré con los pobres y si a alguien le he robado, le devolveré cuatro veces más”. Jesús sentencia: “Hoy ha llegado la salvación a esa casa”. Amigo mío, ¿estás lejos de Dios porque no rezas, porque no vas a la Iglesia, porque te has separado de tu mujer, porque eres un tirano con tus empelados, porque estás en el fango de la lujuria? Jesús quiere salvarte como a Zaqueo. Acércate a Jesús.          

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