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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 33 del Tiempo Ordinario (17.XI.2013) - Ciclo C

ENTRE EL HOY Y EL MAÑANA

“No quedará piedra sobre piedra”.

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El Templo de Jerusalén, edificado después del destierro (s.VI av.), fue ampliado por Herodes el Grande entre el año 20 a C. y el 64 d. C. Las proporciones colosales, la ornamentación armónica y la riqueza de los materiales hacían del edificio el orgullo de cualquier judío de la época. Un día, oyó Jesús cómo algunos ponderaban las maravillas del Templo y sentenció: “No quedará piedra sobre piedra, todo será destruido”. Los discípulos lo oyeron y le preguntaron: “¿Cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que está a punto de suceder?” Él no contestó directamente, se ratificó en lo dicho y añadió: la destrucción irá acompañada de la aparición de falsos mesías y de guerras y revoluciones. Más aún, vaticinó que ellos estarían involucrados, porque sufrirían grandes dificultades para expandir el Reino de Dios: persecuciones, odios y hasta traiciones de los familiares más próximos. Los discípulos quedaron impactados. Jesús lo advirtió y les hizo dos grandes promesas: Dios os cuidará con una asistencia especial y saldréis victoriosos de las pruebas por vuestra perseverancia. Al día de hoy, sabemos que la profecía de Jesús se cumplió al pie de la letra. Pocos años más tarde, los ejércitos de Vespasiano arrasaron Jerusalén y destruyeron el Templo hasta sus cimientos. Los Apóstoles sufrieron también las grandes persecuciones prometidas a la hora de predicar el Evangelio. De hecho, todos fueron martirizados. Pero todos perseveraron. Atrás quedaron las cobardías, negaciones y huidas del día de la Pasión. Eran los mismos de entonces, pero ahora ya habían recibido el Espíritu Santo. Con esa especial ayuda divina fueron fieles hasta el final. La historia continúa en nosotros, los cristianos de hoy. Muchos están sufriendo persecuciones violentas por regímenes totalitarios y por grupos fanáticos. En los países de vieja cristiandad, como el nuestro, esta persecución no es física pero no es menos violenta. Todos somos testigos de odios, malquerencias, calumnias y exclusiones sociales sólo porque somos cristianos. Es la hora de saber que Dios está con nosotros y de pedir su ayuda para ser fieles hasta el fin.              

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