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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 6 de Pascua (25. V. 2014) - Ciclo A

NO ESTAMOS SOLOS EN LA VIDA

“No os dejaré huérfanos”

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Todas las despedidas son dolorosas. A veces lo son de modo especial por la intimidad existente, por la protección ejercida o por otras circunstancias. Así ocurre cuando un padre, que ha estado volcado en sus hijos y ha llevado las riendas de los negocios familiares, tiene que despedirse de ellos, porque le llega la hora de la muerte. Esto sucede también en el Evangelio de hoy. Jesús ha vivido para sus discípulos, los ha querido inmensamente, se ha preocupado día y noche por ellos, ha tenido que pasar por alto todas sus limitaciones. Ellos lo saben mejor que nadie. Por eso, cuando les ha dicho que se va, porque le van a condenar a muerte sus enemigos, se han puesto muy tristes. Él se ha dado cuenta y ha salido al paso: “No os dejaré huérfanos”, “no os dejaré desamparados”, “volveré” y “pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros”. Es verdad que “dentro de poco el mundo no me verá”, pero “vosotros sí me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo”. Va a la muerte, pero volverá con ellos cuando resucite. La separación de la muerte no es definitiva sino transitoria. Más aún,   cuando resucite ya no volverán a separarse. Él estará a su lado para que sean capaces de cumplir una misión que les sobrepasa y para que no caigan en las redes de los malos maestros y de las opciones equivocadas. Lo único que tienen que hacer es “cumplir sus mandamientos”. Es decir, acoger con fe la totalidad de sus palabras, dejándose guiar por ellas en todas las circunstancias y situaciones. Porque sus mandamientos y su mensaje no pierden vigencia aunque la muerte les separe. Al contrario, son tan válidos, que ellos tendrán que anunciárselos a los hombres y mujeres de todos los tiempos. ¿Tenemos los cristianos de hoy la clara conciencia de que no estamos solos ni olvidados de Dios, sino que Jesús está siempre a nuestro lado y nos sostiene en nuestras dificultades, nos defiende de nuestros enemigos, nos apoya en nuestros esfuerzos y nos perdona cuando somos débiles? ¡Pobres de nosotros si no sentimos esta cercanía amorosa! Porque, además de no ser cristianos, la vida será insufrible.

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