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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 3 de Adviento (13 de diciembre) - Ciclo C

LA VOZ Y LA PALABRA  

“Voz que grita en el desierto”

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La lengua griega, en la que hunden sus raíces muchos vocablos castellanos, distinguía dos términos: “voz” (phoné) y “palabra” (logos). La “palabra” es la idea que llevamos en el corazón; la “voz”, el instrumento con  el que la comunicamos. Lo importante es la “palabra”, porque sólo si llevamos algo dentro, podremos sacarlo a lo exterior y compartirlo con  los demás. En el evangelio de este domingo hay “una voz” y “una palabra”. Juan el Bautista dice de sí mismo que es sólo una “voz”, es decir, que todo lo que dice y hace tiene un único sentido: llevar a Cristo a quienes le escuchan y contemplan. Por eso no duda en reconocerse lo que es: “Yo no soy el Mesías”, “yo os bautizo con agua”, el Mesías es otro y será él “quien os bautice con agua y Espíritu Santo”. Que es tanto como decir: el Salvador es Cristo, no yo. ¡Qué ejemplo para quienes estamos preparando la venida del Señor, seamos sacerdotes, religiosos, padres y madres de familia, profesores o responsables del bien común! Los sacerdotes tenemos que hablar de Jesucristo y decirle al Señor cuando predicamos: “Que no me escuchen a mí sino a Ti”. Algo semejante han de hacer los padres, siguiendo el ejemplo de tantos como al que se refería aquel hijo, que confesaba: “Viví pocos años con mi madre, pero de ella aprendí que tengo una Madre eterna, la Virgen María”. Algo parecido dijo un religioso de su formador: “Hablaba poco, pero pienso que hablaba como Jesús”. Detrás de nuestra historia personal hay muchas personas que nos han mostrado con sus palabras y sus obras cómo hablaba Jesús. Fueron para nosotros como el Bautista: “una voz”, pero una voz que nos llevó a la Palabra con  mayúscula: al Verbo Encarnado, a Dios hecho Hombre, a nuestro Salvador. Volvamos a escuchar hoy esa “voz” del Bautista que nos dice: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no las tiene”, el que sea “recaudador de impuestos” –un funcionario o político- que no robe ni malgaste, el que sea “soldado” –o ejerza cualquiera otra profesión- que sirva a los demás. Así nuestra vida será una “voz” que manifiesta y conduce a “la Palabra”: Cristo.                   

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