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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 2 de Pascua (3.IV.2016) - Ciclo C

LA FE DE LOS APÓSTOLES

“La paz sea con vosotros”

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Estamos en el Cenáculo de Jerusalén. Es de noche. Los apóstoles han trancado bien las puertas, porque tienen miedo. Éstán arropados por la Virgen, pero no saben cómo enfrentarse al futuro. Además, están tristes por lo que hicieron con Jesús: uno le negó y los demás le dejaron solo cuando más los necesitaba. Sin previo aviso se hace presente el Resucitado. Viene con lo que necesitan: la paz, la alegría, la fuerza para iniciar su misión y el poder para perdonar los pecados. Tiene sobrados motivos para reñirles, pero prefiere decirles: “Las paz esté con vosotros”. Les llena de alegría. Luego les ratifica en su misión: “Como el Padre me ha enviado, así os envío Yo”. Y, por último, añade: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados y a quienes se los retengáis, les serán retenidos”. ¡Lástima que Tomás no esté con ellos para recibir directamente todos estos dones y poderes! Cuando Jesús se ha ido, llega Tomás. A ellos les falta tiempo para decirle: “¡Hemos visto al Señor!”. Él se engalla y dice con tono autosuficiente: “No lo creo. Mientras no meta yo mis manos en las llagas de sus manos y en su costado, no creeré”. Nunca es oportuno presumir de lo que no se tiene y Tomás lo comprobará a los ocho días, cuando Jesús vuelva a repetir la escena del domingo anterior y él esté dentro con los demás. Efectivamente, Jesús llega, le llama y le dice: “Aquí tienes las manos, aquí está el costado”. Tomás se derrumba y hace esta gran confesión de fe, sin atreverse a meter sus manos en tan sagrados relicarios: “Señor mío y Dios mío”. Jesús no le recrimina, pero le deja este formidable recado para nosotros: “Porque has visto has creído. ¡Dichosos los que crean sin haber visto!”. Tú y yo no henos visto al Resucitado con nuestros propios ojos, como no lo vio Tomás en un primer momento. Pero creemos a los que sí le vieron y nos lo han dicho, como a él. ¡Dichosos nosotros, si creemos sin haber visto! Pero ¡pobres de nosotros si nos engreímos como Tomas!. Porque quedaremos fuera de la fe que salva.             

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