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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 27 del Tiempo Ordinario (7.X.2018) - Ciclo B

Evangelio

José-Antonio Abad

CONVERTIR LO DIFICIL EN REAL

“Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”

La cuestión que plantea el evangelio de este domingo no puede ser más actual: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?”. La respuesta de Jesús fue tajante: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. Los apóstoles no quedan satisfechos y vuelven a preguntarle. Jesús se ratifica y les dice: ”Si  uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si  ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”. Jesús apela a lo que ha establecido el Creador –no él- cuando mandó al hombre y a la mujer unirse en matrimonio. La comunión de personas entre ambos sería tan íntima, que los dos se harían “una sola carne”. No cabe mayor unión. El mismo Creador, por el bien de los hijos y de los esposos, estableció que esa unión fuera irrompible. Dios, que es nuestro Padre y sumamente bueno, no pudo pedir un imposible. Vivir, por tanto, juntos hasta la muerte es posible. La confirma la experiencia de incontables matrimonios. Pero que sea “posible” no quiere decir que sea “fácil”. Sólo un narciso o un ingenuo podría decir que es fácil convivir con la misma persona durante toda la vida las veinticuatro horas del día. Me atrevería a decir más: eso es “muy difícil”. No menos que vivir bien el celibato y la virginidad. ¿Qué hacer, por tanto, para convertir lo “difícil” en “posible” y lo “posible” en “real”? Yo aporto mi experiencia. Soy sacerdote y tengo la clara conciencia de que sería infiel, viviría una doble vida y terminaría marchándome, si dejara de rezar, de recibir los sacramentos de la eucaristía y de la confesión y no huyera de las ocasiones de pecado. ¿Cómo puede vivir su matrimonio quien no pisa la iglesia, ni reza, ni cuenta para nada con Dios y se harta de ver películas porno y vivir situaciones escabrosas? Pero esto no basta. Es preciso cuidar el amor con pequeños pero continuos actos de amor. Y no meterse en la boca del lobo. Además, hay que perdonar siempre y pronto. Quien no perdona, abre un hueco que se convertirá en abismo y acabará con el matrimonio. Finalmente, hay que prepararse, pensar las cosas, no ir al matrimonio a tontas y a locas. ¡Que es para toda la vida!   

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