Blogia
LITURGIA DEL VATICANO II

Ascensión del Señor (2.VI.2019) - Ciclo C

AUSENCIA Y PRESENCIA

“Seréis mis testigos”

*****Estamos en el monte de los Olivos. Jesús ha venido aquí con sus apóstoles para despedirse oficialmente de ellos. Desde el día de su Resurrección está junto al Padre, pero le han seguido viendo reiteradamente. A partir de hoy, no volverá a suceder. Seguirá a su lado, pero de un modo nuevo. Poco antes les ha dado su última catequesis. Les ha recordado que él era el Mesías anunciado por las Escrituras. No el mesías de corte político, materialista y glorioso que  ellos y la gente esperaban. El verdadero Mesías tenía que padecer mucho, ser despreciado y humillado, morir en una cruz y, luego, resucitar. Ese era el precio que había que pagar para salvar a los hombres y abrirles las puertas del Cielo. Ellos, y sólo ellos, eran testigos de todo esto. Porque sólo ellos le habían visto resucitado. Por eso, ellos y sólo ellos podían ser sus testigos, pues lo que debían anunciar y comunicar a todos era esto, no una doctrina personal ni, mucho menos, unas teorías muy bien elaboradas. Lo suyo era confesar que Jesús había sido hecho Señor y Cristo, porque había muerto y resucitado para salvar a los hombres. Era, por tanto, el único Salvador. Nadie más. La encomienda era colosal, pero no tenían que temer. Ciertamente, eran bien poca cosa. Pero él les enviaría el Espíritu que el Padre había prometido. Y con la presencia y acción del Espíritu realizarían su cometido en todas partes. De momento tenían que quedarse en Jerusalén hasta que le recibieran. La catequesis había sido breve pero intensísima. Ahora llegaba la hora de decirles adiós. Y elevándose, les bendice y les colma de alegría. Ha ido al cielo, no en sentido cosmológico sino teológico. Ha ido “junto al Padre”, en esa magnitud donde se ve a Dios directamente. Los apóstoles cumplieron su cometido. Nosotros hemos recibido y acogido su testimonio. Por eso nos hemos convertido en los testigos de Jesús en el hoy y ahora del mundo y de la Iglesia. ¡Ilusos de nosotros si pretendemos serlo sin la ayuda del Espíritu! Por eso, desde hoy estaremos con María en vigilia y oración, esperando Pentecostés. Entonces seremos capaces de proclamar que Jesús es “el Señor”.              

0 comentarios