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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 27 del Tiempo Ordinario (4.10.2020) - Ciclo A

VIEJOS Y NUEVOS VIÑADORES

“Se la dará a otros”

****Una viña cargada de uvas y pronta para la vendimia. Unos viñadores arrendatarios. Un propietario que envía a recoger los frutos a sus criados y son maltratados, apedreados y  asesinados por los viñadores, el hijo del propietario que es enviado como último recurso y también es rechazado y matado, unos nuevos viñadores a quienes el propietario entrega su viña. Este es el panorama de la parábola del evangelio de hoy. Basta con añadir el comienzo: “Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a las autoridades del pueblo”, para comprender de inmediato de qué se trata. La viña es el pueblo de Israel; el propietario es Dios; los viñadores, las autoridades religioso-políticas; los enviados, los profetas; el hijo, Jesucristo. Los dirigentes del pueblo de Dios, en lugar de sentirse servidores, se consideraron propietarios y, en lugar de dar frutos de amor y de obras de justicia, precipitaron al pueblo por el descamino de alejarse de los profetas que le llamaban a la conversión. Incluso, llegado el momento, rechazaron a su propio Hijo y le crucificaron. El año 70 “los malvados viñadores” –como les califica la parábola- fueron arrasados por las tropas romanas. Pero de la piedra desechada, surgió una nueva viña y otros viñadores. La nueva viña es la Iglesia, los viñadores son los que tienen que trabajar en ella, sobre todo si tienen autoridad. Los frutos son la fidelidad a lo que establece la Palabra de Dios y la entrega y el servicio a quienes deben cuidar. “Son palabras que hacen pensar en la gran responsabilidad de quien, en cada época, está llamado a trabajar en la viña del Señor, especialmente con función de autoridad” (Benedicto XVI, Angelus 2.X.2011). ¿Nosotros, como bautizados o como pastores, damos los frutos que Dios espera? ¿Nos consideramos administradores o, más bien, propietarios de cuanto Dios pone en nuestras manos: salud, inteligencia, capacidades, posibilidades económicas, cargos? Son preguntas irrecusables para los padres, los sacerdotes, las autoridades académicas, políticas y económicas. No es improbable que sea necesario un mea culpa con propósito de enmienda. Todavía estamos a tiempo.           

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